Gastronomía asturiana:
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La historia
Cuando Felipe V de Borbón accedió al trono de España trajo para su corte todo un equipo de cocineros franceses, que de forma inevitable fueron influyendo en los modos de la tradicional cocina española; tal influencia se vio complementada, años después, cuando Carlos III hereda el trono a la muerte de Fernando VI y acomoda los gustos de la corte a la moda de Italia, donde primero asentara su residencia y reinado de Nápoles.
El reinado de Carlos III, aplaudido por unos y por otros censurado, coincide con una época inicial de enorme atraso científico, cultural y técnico, situación que intenta corregir el monarca creando los organismos y medios precisos para ello. Nace así la Ilustración y, con ella, los hombres que trabajan en una política de auténtico resurgimiento nacional. Fue aquélla, como escribe el marqués de Lozoya, una generación en la que sobresale y destaca «un optimismo a prueba de desengaños, con que se entregó al mejoramiento material y cultural de España; en la obsesión de mejorar la urbanización de ciudades, villas y aldeas, de implantar nuevas industrias, de mejorar y hacer más rentables y racionales el cultivo de la tierra y las explotaciones ganaderas». Y con la Ilustración nacen a su sombra las sociedades económicas de Amigos del País; su objetivo: «fomentar la agricultura, la economía rústica, las ciencias y artes y todo cuando se dirija inmediatamente a la conservación, alivio y conveniencia de la especie humana».
Asturias, que al parecer de Marañón, constituía una especie de islote que emergía del mar de la ignorancia nacional, trata por primera vez de crear una Sociedad Económica de Amigos del País el 27 de mayo de 1775; una carta de Campomanes al conde de Toreno, de fecha 8 de marzo de 1780, señala el punto de partida para el alistamiento de los primeros socios, que celebran su primera junta el 22 de junio de ese mismo año, y el 15 de febrero de 1781 ven aprobados por cédula real sus estatutos.
El reinado de Carlos IV, con todos sus vaivenes políticos y económicos, incrementa aún más la influencia francesa en nuestro país, hasta tal punto que el pueblo español decide sublevarse ante esta nueva invasión. Asturias, pionera en esa rebeldía, abre los caminos de la guerra de la Independencia (1808-1812) para reponer en el trono a Fernando VII y recuperar la propia identidad nacional.
Si azaroso fue el reinado de Carlos IV no lo fue menos el de Fernando VII, con sus etapas de gobiernos absolutistas y constitucionales, con sus luchas políticas, con sus problemas sucesorios que llevaron al trono a Isabel II y dejaron la herencia de las guerras carlistas.
Isabel II primero, después la I República, con el ínterim de la casa de Saboya, y finalmente, la Restauración con Alfonso XI. Las postrimerías del siglo XIX marcan la pérdida final de las colonias, y dejan un sentimiento de decadencia contra el que apenas pueden luchar los gobiernos de la regencia de María Cristina; en los albores del siglo XX Alfonso XIII se responsabiliza del trono; la dictadura de Primo de Rivera y el gobierno de Berenguer dan paso a la II República; después, la guerra Civil, el gobierno del general Franco y, por último, el reinado de Juan Carlos I.
Demasiados aconteceres, demasiados vaivenes políticos y socioeconómicos que necesariamente hubieron de dejar su huella en los fogones.