Las alubias

Gastronomía asturiana
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Las alubias

Aunque existen opiniones relativas a creer que los romanos ya conocían y cultivaban ciertas clases de alubias (Phaseolus) y que algunas de sus variedades fueron introducidas en España durante la romanización, especialmente por tierras aragonesas y castellanas (Fernández de Oviedo al describir los frijoles mexicanos los relaciona con los fesoles de Aragón), lo cierto es que las que hoy conocemos como tales (alubias, judías, habichuelas... y en Asturias, fabes, fabas y jabas, según la zona) tienen procedencia netamente americana.

Se cuenta que en el año 1528 un canónigo italiano, de nombre Pietro Valeriano, recibió del papa Clemente VII una pequeña cantidad de alubias que el Sumo Pontífice había recibido, a su vez, «de cierto embajador español». Este canónigo, entusiasta de la agricultura y de la jardinería, debió ser (a juzgar cierta la versión narrada) el primer introductor de las alubias en Europa.

No se conoce cuándo llegaron las alubias (fabes) a Asturias, aunque todo parece indicar que su presencia debió simultanearse con la del maíz, adaptándose perfectamente a nuestras condiciones de clima y de suelo. Maíz, alubias y posteriormente patatas formaron parte de la alimentación básica asturiana, sustituyendo a otras materias aquí afincadas (nabos, remolacha...) o de difícil adquisición en aquellos tiempos porque había que importarlas de otras regiones (lentejas, garbanzos...).

Y aunque hoy parezca raro, bien estará recordar que años atrás (y esto hasta casi finales del siglo pasado) las alubias o fabes, en sus guisos frecuentes y populares (de la fabada se tratará en otro momento) eran plato de a diario, propio de gentes humildes y relativamente poco estimado en calidad; quien gozaba de los honores de la opulencia era el cocido de garbanzos, plato obligado en fiestas de patronazgo y en grandes solemnidades.

Muchas y variadas son las especies de fabes que se cultivan en Asturias. Destacan —hoy que la fabada se ha puesto de moda— las llamadas fabes de la granja o del cura (quizá porque a los sacerdotes se les regalaba lo mejor); y con ellas, las de gloria, las de mandilín, las de güeyín, las pardinas, les roxines, les amarillines..., y por la zona de Llanes, las verdinas, que son una delicia para el paladar.