Los pimientos

Gastronomía asturiana
[Paisaje y proximidad]

Gastronomía asturiana:
   › Historia
   › El descubrimiento de América

Los pimientos

Lo escrito por Anghiera (Anglerius o Anglería) en 1493 parece indicar que el pimiento fue una de las primeras plantas importadas del nuevo mundo y que fue traída por el mismísimo almirante en uno de sus primeros viajes.

El nombre le viene del término latino pigmentum, en su significado de colorante y, quizá también, en su otra acepción de condimento. Paladio, escritor romano, define el pigmentum como caseo qualemcumque etiam saporem velis eficere, poteris adjecto quod eligeris, condimento, seu piperis, seu cujuscumque Pigmenti, opinión que también comparte San Isidoro.

Pronto debió aclimatarse el pimiento en España, sobre todo el picante, puesto que importantes escritores del Siglo de Oro, como Cervantes, Quevedo o Lope de Vega ya lo citan en sus obras:

«Carnero y vaca fueron principio y cabo,
y con rojos pimientos y ajos duros
tan bien como el señor, comió el esclavo».
                                                (Quevedo)
«El tocino y el repollo
y cuatro o seis pimientos,
que en el picar jugaban a los cientos».
                                    (Lope de Vega)

Respecto al uso del pimentón (pimiento seco y molido) y de su salsa más popularmente afamada —la salsa ajada o ajoarriero da noticia de su uso la Autobiografía de Estebanillo González (siglo XVII), allí donde dice:

«Arrimé al fuego la piñata (olla) llena de tajadas de bacalao, pensando que en virtud del ajazo y pimentón supliera la falta del sucedido fracaso...».

Al igual que el tomate, el pimiento también sufrió su carga de erotismo, al asociarlo, como metáfora formal, a los genitales masculinos. Es, en este sentido, como se han de entender los versos de Góngora:

«Lo que más gusto le daba
de la hortaliza del huerto
era, según imagino,
un colorado pimiento,
planta que su malogrado
tuvo en el mayor aprecio».

Posiblemente los pimientos hayan llegado a Asturias, junto con los tomates, en los siglos XVI o XVII. Quizá su introductor haya sido algún viajero a tierras de León o de Castilla en épocas de siega o de pastoreo. Su cultivo, ya a finales del XVIII, debió ser muy notable, pues así lo cuenta Bruno Fernández Cepeda (Riqueza de Asturias):

«... Nin falta el melón tampocu,
el pepín, la calabaza,
el pimientu cebollón
y el que como fueu abrasa...».

La cocina asturiana usó y usa de tomates y pimientos en toda suerte de guisos y de salsas. Dionisio Pérez, Post Thebussem, en su Guía del Buen Comer Español, obra del primer cuarto de este siglo, cita a un tal Francisco Díaz, cocinero avilesino, que desde hacía años servía en Avilés «un curioso plato de pimientos rellenos con manos de cerdo, deshuesadas y luego fritas»... Quizá el bueno de don Francisco haya sido el precursor de tantas y tantas preparaciones de pimientos rellenos como hoy circulan por las mesas asturianas.