Los enseres

Gastronomía asturiana
[Paisaje y proximidad]

Gastronomía asturiana:
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El mobiliario de la cocina resumía su esencia en dos características de suma importancia:

  • Simplicidad, no exenta de cierta decoración, para permitir una fabricación relativamente sencilla y, en consecuencia, una adquisición a precios económicos.
  • Practicidad para desempeñar con plena eficacia el fin a que se destinaba.

Estos solían ser los enseres más frecuentes:

El armario (vasal, vasar o escudilleru), donde se guardaba la vajilla: fuentes, platos, tazas, cuencos, botellas... Solía ir provisto de dos cajones en la parte superior para colocar cucharas (cuyares), tenedores, cuchillos, cucharillas, etc. Frecuentemente se disponía sobre el vasar una especie de anaquel o estantería donde se exhibían, sobre un tapete de puntilla, las mejores fuentes o platos de la casa (el plateru) y en muchos casos los morteros de metal.

  • La artesa (masera), donde se amasaba la harina para hacer el pan o la borona. Consistía en una especie de cajón grande, a modo de arca, en cuyo interior se guardaban el pan o la borona ya cocidos, algunos alimentos ya preparados o en conserva (tarros de dulce, galletas, etc.) y, también, pequeños manteles, servilletas, paños de cocina...
  • La alacena o estantería (espetera), donde se colocaban los útiles de cocina: cacerolas de hierro, cobre, latón o porcelana; sartenes y pequeñas cacerolas con mango (cazos). .. Normalmente, de una esquina de la espetera colgaban los cucharones (garciya, garciella o garfiella) para servir sopas y potajes: la espumadera (esplumadera, esplén) para quitar la espuma y la grasa sobrenadante a los guisos; el colador (colín); y el cazo de cobre, de porcelana o de latón provisto de un mango largo (canxilón), que se utilizaba para sacar el agua de los calderos o de las herradas (ferrades).
  • Un banco con respaldo móvil (escañu), que al bajarlo desempeña el papel de mesa.
  • Una mesa, normalmente de castaño o de nogal, con sus correspondientes sillas; banquetas de cuatro patas y las muy frecuentes de tres (tayueles, tayuolos, taoyolos). Era costumbre muy usual comer sentados en la tayuela sin apoyar el plato en la mesa, sino sobre las rodillas o simplemente sujetarlo con la mano.
  • Un recipiente grande, generalmente de piedra, colocado cerca del llar y próximo al sitio donde colgaban calderos y herradas, que servía de fregadero (bañal). Cerca de él, en el suelo, se colocaba una lata grande o un caldero para recoger las sobras de la comida y las primeras aguas, sin jabón, de fregar platos y cacerolas (esllaba) que, después, mezclado todo con harina (farina), salvado (salváu), pieles de patatas, verduras cocidas y pequeñas patatas cocidas (cocimientu) serviría de alimento para los cerdos.

Pero... todo esto ya es historia. Y aunque en algunas viviendas —testimonio de siglos— aún perduran los viejos llares y las antiguas cacías, la modernidad impuso, por mor de la practicidad, nuevos modos y nuevas modas. El llar dio paso, primero, a las cocinas de carbón, negras y con manillas, bisagras y barra de precioso latón o bronce; después los combustibles gaseosos (butano, propano) desalojaron al carbón, y hoy la electricidad desplaza al gas.

El agua corriente y los servicios de saneamiento arrinconaron a herradas, calderos y canxilones; los viejos bañales de piedra o de madera son hoy modernos fregaderos de metal; las antiguas cacerolas y los ancestrales pucheros o potes se sustituyeron por ollas exprés y por sartenes antiadherentes; las jarras (xarres) de madera o de barro, por material de vidrio antishock y antitérmico, cuando no de plástico; la vajilla de loza, por vajillas de 'no se qué' ofertadas en los grandes almacenes; los vasares, por armarios horribles recubiertos de formica...

La cocina, en la casa rural, perdió en personalidad todo lo que ganó en comodidad.