Gastronomía asturiana:
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Leche y manteca
Leche, manteca y queso —de quesos se tratará aparte— eran y son productos básicos en el campesinado asturiano. Antiguamente, y aún ahora, no se concebía una comida, fuera ésta desayuno, almuerzo o cena, sin la presencia de la leche.
Leche en compañía de castañas, de torta, de farrapes, de borona o de pantrigo; leche como postre después de un buen puchero o de unos huevos fritos acompañados de su correspondiente chorizo...
«...Les farrapes, cosa guapa;
no hay comida más sabrosa
una mañana xelada
si con lleche se acompanguen
y están blandies como nata»
porque, como escribió Bernardo Guardado:
«Les papes y la boroña,
fueron, de neñu, n'aldea
les que me ficieron home,
les que me dieron la juerza
necesaria, pa en so día
boriar po la mio existencia».
En las casa de aldea, cuando de leche se trataba, solía darse un hecho muy curioso (que aún hemos observado en tierras de Colunga): aunque todas las vacas fueran buenas y la leche toda de comprobada calidad, para el suministro de la casa se seleccionaba la de una vaca en concreto, la preferida, la más cuidada:
«Dame el tcheichi mio vaquina,
tú, que vienes de la sierra,
calentadina del sol
y farta de buena yerba»,
cantaban por el occidente al hacer el ordeño, súplica que también se repetía por tierras del oriente:
«Dalo, vaquina, dalo;
dame la llechi nueva;
dalo, vaquina, dalo,
que quiero facer mantega».
La leche se tomaba entera, con toda su grasa, y a ser posible recién ordeñada. Más aún, en casos de convalecencia infantil solía mandarse a los niños a la cuadra para que allí se les suministrara un buen tazón de llechi calentina recién mecida del tetu.
Cuando se hervía la leche con el fin de lograr su mejor conservación, se retiraba la capa superficial de nata que, mezclada con azúcar, servía después para untar el pan y preparar un delicioso bocadillo de merienda. En otros casos, con las natas de varios días se elaboraban galletas y postres.